La caída de Bashar al Assad marcó el fin de más de medio siglo de control en Siria, tras una ofensiva relámpago de los rebeldes que culminó con el anuncio de su dimisión y salida del país. Este domingo, los insurgentes tomaron el control de la capital siria, poniendo fin a un período marcado por una brutal guerra civil y la intervención de potencias extranjeras. “Hoy anunciamos el fin de este período oscuro y el inicio de una nueva era para Siria”, declararon líderes de la oposición.
El régimen de Bashar al Assad enfrentó protestas masivas en 2011 que derivaron en una guerra civil devastadora. En su intento de sofocar la revuelta, recurrió a tácticas violentas, incluyendo bombardeos en ciudades y ejecuciones extrajudiciales. Según organizaciones internacionales, el conflicto dejó casi medio millón de muertos y desplazó a la mitad de la población siria, obligando a millones a buscar refugio en países vecinos y Europa.
La trayectoria de Bashar al Assad comenzó como un líder percibido como reformista en el año 2000, tras suceder a su padre, Hafez al Assad. Sin embargo, con el tiempo, sus políticas autoritarias y alianzas con Irán y Rusia consolidaron un régimen represivo. A pesar de mantener el control del territorio durante años, la falta de apoyo decisivo de sus aliados en los últimos meses marcó el colapso de su gobierno.
El paradero de Assad permanece desconocido, mientras que la embajada de Siria en Moscú ya izó la bandera de la oposición. La incertidumbre predomina en el país, que enfrenta el reto de reconstruir su economía devastada y abordar las profundas divisiones políticas y sociales tras décadas de represión.
El fin del régimen Al Assad representa un punto de inflexión en la historia de Siria, pero el futuro del país sigue siendo incierto. Los rebeldes, aunque victoriosos, ahora enfrentan el desafío de garantizar estabilidad y gobernanza en una nación fragmentada por el conflicto.