El amanecer del miércoles dejó una escena de horror en Kiev, donde un ataque aéreo masivo lanzado por Rusia con más de 400 drones y 28 misiles arrasó barrios residenciales y afectó infraestructuras energéticas clave. Las autoridades ucranianas confirmaron al menos seis muertos y 25 heridos, entre ellos varios niños, mientras continúan las labores de rescate entre edificios destruidos y vehículos calcinados. El impacto del bombardeo se sintió en distintos distritos de la capital, donde los servicios de emergencia trabajan sin descanso para contener los incendios y asistir a los damnificados.
Entre los sobrevivientes, Bohdan Chernukha observa los restos del edificio donde vivía y resume la tragedia con una frase que resuena entre los escombros: “Tenemos un edificio destruido. Este es su mundo… esta es su paz”. A pocos metros, Nadiia Zinchuk, empleada de una tienda, recuerda el momento exacto en que el vidrio de su ventana estalló: “Sentí un dolor agudo en la cara. Era vidrio… empecé a gritar, no supe qué hacer”. El ataque sorprendió a cientos de familias en plena mañana, dejando a su paso un paisaje de humo, polvo y ventanas rotas.
De acuerdo con el parte militar ucraniano, las defensas lograron derribar 333 drones y seis misiles balísticos, aunque decenas de proyectiles impactaron en zonas habitadas. El gobierno de Volodímir Zelensky denunció que el objetivo principal fue dañar el sistema eléctrico y quebrar la moral civil, mientras Kiev y otras regiones registraron cortes de energía prolongados. Los equipos de rescate continúan retirando escombros y evaluando los daños estructurales, mientras las autoridades advierten que la magnitud del ataque lo convierte en uno de los bombardeos más intensos en meses.
Entre el desconcierto y la rabia, los habitantes de la capital expresan su escepticismo ante las negociaciones de paz. “Si Europa nos escucha y nos ayuda, quizá logremos algún tipo de acuerdo”, dice Olena Tkachenko, aunque otros, como Iryna Zelena, afirman con resignación: “No veo un final para todo esto”. En Kiev, donde el olor a pólvora todavía flota en el aire, la resistencia se sostiene sobre ruinas, y la única certeza que queda, como repite Chernukha mirando su edificio destruido, es amarga y contundente: “Esta es su paz”.

