El 17 de octubre se conmemora el Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza, un momento clave para reflexionar sobre una de las problemáticas más complejas y persistentes a nivel global.
La pobreza no solo se manifiesta en la falta de recursos económicos, sino también en las actitudes hostiles y la discriminación que enfrentan quienes la padecen. Estas personas son frecuentemente juzgadas por su apariencia, su forma de hablar, o por las dificultades que experimentan, lo que refuerza una serie de prejuicios que las estigmatizan. Este maltrato social, a su vez, se traduce en maltrato institucional, donde las políticas y prácticas discriminatorias les niegan derechos básicos como el acceso a la salud, la educación y la vivienda, perpetuando así el ciclo de exclusión.
La combinación de estas formas de violencia crea un ambiente de injusticia que impide el desarrollo personal y colectivo, afectando gravemente la autoestima y la dignidad de quienes viven en la pobreza. Por ello, es necesario un esfuerzo conjunto para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible, en especial el ODS 16, que promueve la construcción de sociedades justas, inclusivas y pacíficas.
La erradicación de la pobreza no solo implica mejorar las condiciones materiales, sino también combatir las estructuras sociales y políticas que perpetúan la marginación y la desigualdad.
