Las cebollas, fundamentales en la cocina, a menudo enfrentan problemas de conservación que terminan en desperdicio. Para mantener su frescura, es clave almacenarlas según su estado. Las cebollas enteras deben guardarse en lugares secos, oscuros y ventilados, como despensas o cajones. En cambio, las cortadas o peladas requieren refrigeración en recipientes herméticos o envueltas en film plástico.
Las condiciones ambientales son cruciales para evitar el deterioro. El calor extremo, la luz solar directa y la humedad afectan su durabilidad, por lo que lo ideal es un espacio fresco y seco. Al almacenarlas, se debe evitar la heladera para las cebollas enteras, ya que el frío transforma almidón en azúcar, cambiando su textura y sabor.
Además, el uso de envases es determinante. Para cebollas enteras, se prefieren bolsas de malla o papel que permitan circulación de aire, mientras que las cortadas deben ir en bolsas de cierre hermético. También es importante almacenarlas lejos de frutas como manzanas o bananas, que emiten gas etileno y aceleran su maduración.
Siguiendo estos consejos, las cebollas pueden durar hasta tres meses en buenas condiciones, reduciendo el desperdicio y facilitando su uso en la cocina. Conservarlas adecuadamente no solo asegura su frescura, sino que también optimiza su sabor y textura en cada preparación.