El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunció una pausa de 90 días en los aranceles recíprocos que afectaban a los principales socios comerciales del país. Sin embargo, mantuvo un gravamen general del 10% sobre casi todas las importaciones globales, con excepción de China, que enfrentará un aumento arancelario del 125%. Según explicó el mandatario, esta medida busca incentivar negociaciones comerciales sin represalias y preservar la competitividad de la economía estadounidense.
El secretario del Tesoro, Scott Bessent, confirmó que la decisión excluye a los países que han tomado represalias contra Washington. “Serán recompensados aquellos que no respondieron con medidas similares”, señaló. La secretaria de prensa Karoline Leavitt también respaldó esta línea, al afirmar que Estados Unidos continuará con negociaciones individuales y que la administración de Trump no tolerará ataques económicos sin respuesta.
El endurecimiento hacia China generó una rápida reacción del gobierno de Pekín, que calificó la medida como una escalada innecesaria. En paralelo, las bolsas internacionales comenzaron a recuperarse, con un notable repunte en Wall Street: el índice S&P 500 subió un 6% tras la noticia, cortando la racha negativa generada por los anuncios de la semana anterior. La Unión Europea, en tanto, suspendió sus represalias por 90 días para abrir un canal de diálogo.
Trump justificó su postura asegurando que busca proteger la industria nacional y frenar la sobreproducción china. Afirmó que muchos países ya se están acercando a negociar “acuerdos a medida” con Estados Unidos. No obstante, las tensiones con China persisten y se trasladan también al ámbito diplomático y turístico, mientras los mercados observan con atención el impacto global de estas decisiones.