El suspendido presidente de Corea del Sur, Yoon Suk-yeol, fue detenido este miércoles por las autoridades tras una compleja operación de casi seis horas en su residencia presidencial. Acusado de insurrección y abuso de poder, Yoon se convirtió en el primer mandatario surcoreano en ser arrestado durante su mandato, marcando un hecho histórico en el país. Su destitución, aprobada por el Parlamento en diciembre, está aún pendiente de confirmación por parte de la Corte Constitucional.
La detención no fue sencilla. Más de 1.000 agentes enfrentaron barreras físicas y resistencia de sus escoltas en medio de un clima polarizado, con manifestantes tanto a favor como en contra del presidente suspendido. Los uniformados debieron usar escaleras y herramientas para superar las barricadas en una fría mañana de invierno. Este segundo intento de arresto se dio tras el fracaso de un operativo similar el pasado 3 de enero, donde los seguidores de Yoon superaron en número a las fuerzas policiales.
La detención de Yoon ha provocado divisiones en la sociedad surcoreana. Mientras el líder del opositor Partido Democrático la calificó como un paso hacia la restauración del orden democrático, sus aliados del Partido del Poder Popular señalaron que el proceso es «ilegal» y «lamentable». Por su parte, Yoon difundió una declaración en video donde negó las acusaciones y aseguró que decidió entregarse para evitar «desagradables derramamientos de sangre».
El arresto del mandatario destituido añade incertidumbre al panorama político de Corea del Sur. Yoon, quien aún conserva su puesto hasta la confirmación de su destitución por la Corte Constitucional, enfrenta un juicio de destitución y la posibilidad de cargos formales. En tanto, el ministro de Finanzas, Choi Sang-mok, continúa ejerciendo como presidente interino en un país cada vez más dividido entre partidarios y detractores del exmandatario.
