La práctica de quitarse los zapatos antes de ingresar a una casa ha ganado popularidad en los últimos años, un fenómeno que se acentuó durante la pandemia de Covid-19. Esta costumbre, originaria de Japón, ha sido adoptada por muchas personas en todo el mundo no solo como una tradición cultural, sino también como una medida de higiene para prevenir el contagio de enfermedades.
El hábito de descalzarse antes de entrar a casa se ha convertido en una estrategia eficaz para evitar la introducción de virus y bacterias en el hogar. Un estudio de la Universidad de Houston, realizado en 2017, reveló que el 26,4% de los zapatos analizados portaban Clostridium difficile, una bacteria conocida por causar inflamación del colon y diarrea. Esta investigación subraya los riesgos asociados con las bacterias que pueden trasladarse del exterior al interior de los hogares.
Además, la Universidad de Arizona encontró que los zapatos usados durante solo dos semanas pueden acumular hasta 421.000 unidades de bacterias, con un alarmante 96% de los calzados examinados presentando bacterias fecales. Estas cifras resaltan la importancia de la práctica de descalzarse para reducir la exposición a microorganismos potencialmente dañinos.
El creciente interés en esta práctica en países occidentales refleja una mayor preocupación por la higiene y la salud, particularmente en un contexto en el que la prevención de enfermedades infecciosas se ha vuelto una prioridad global.